REFLEXIONES DEL ARTISTA
EL DEVENIR DEL ARTE
De donde venimos…¿y adonde vamos?
Desde aquellas primeras corrientes, tendencias y “escuelas”, estamos derivando en un arte inclasificable
Una clara diferenciación
A través del tiempo se ha clasificado al arte en amplios períodos tales como clásico, moderno, vanguardista, contemporáneo, post-moderno, dentro de los cuales surgieron otras corrientes con especificidades, alcances, transcendencias y tintes diversos. Por encima de lo anterior y tratando de distanciarse, van apareciendo -según toman forma y salen a la luz- nuevos ángulos de apreciación de la realidad artística. Paralelamente al desarrollo de esas clasificaciones -que han ido formando un “delta” de tantos brazos que hoy son imposibles de vislumbrar- se constituyeron innumerables escuelas, tendencias y corrientes. Como es lógico, la aparición de cada una ha tendido a opacar, dejar de lado y aún desprestigiar a la etapa precedente.
No es de extrañar: cada grupo que adscribe a una nueva idea sostiene la vigencia de ésta, la invalidez y hasta la “muerte” de la anterior. Igual que en tantas otras facetas del quehacer humano, todo tiende a evolucionar y por lo tanto a renovarse. Pero el desarrollo del esquema mencionado ha sido tan vertiginoso, como para que cada movimiento haya tenido una permanencia cada vez más breve.
Hace poco más de 150 años, el impresionismo despreciaba al entonces “arte oficial”, el realismo, que había permanecido como casi única cara visible del arte por siglos, y a su vez, éste –representado en ese momento por el “pompierismo”- se burlaba de “...esos muchachos que no saben pintar y solo manchan”. Y así, aquella “Impresión de sol…” de Manet fue el caballito de batalla que los contemporáneos nunca imaginaron, para desdeñar todo lo anterior, esquema que se repetiría con los continuadores, los “fauves”, que fueron tratados con sorna por los anteriores porque “era incomprensible que se pintase como fieras”. Poco más adelante fueron motivos de burla aquellos que pintaban “cubitos”. Y así siguió pasando agua bajo el puente.
Pero esas corrientes y escuelas tuvieron vigencia y esplendor durante lapsos cada vez más decrecientes: para los impresionistas, 50 años; para los “fauvistas” 15 y para los cubistas 10, años más, años menos. La cuestión es que cada escuela o corriente llegaba para imponer sus ideas, y –como es lógico de entender- para denostar o descalificar los anteriores puntos de vista, o simplemente dejarlos de lado. Pero algo era evidente: la vigencia era más breve.
Todos los “ismos”
En tiempos no tan recientes –téngase en cuenta que el mingitorio casi va a cumplir 100 años- se han sucedido el suprematismo, el surrealismo, el informalismo, que han sido seguidos por el pop-art, el conceptualismo, las perfomances e instalaciones y las más nuevas expresiones como el video-arte y el net-arte o arte por Internet. Y han quedado en el camino el futurismo y el espacialismo y el arte povero, el body-art y el minimalismo; y así, partiendo desde 1850 se llegaría a completar una lista de, tal vez, 100 movimientos artísticos, algunos de ellos en el ostracismo y casi olvidados, o al menos no tenidos en cuenta y sin “cultores”.
Una visión simplificada muestra que las instituciones que guardan el acervo artístico –los Museos- parecieran dar respuesta a esa división del arte desde las expresiones que abarcan el arte clásico o realista y las que comprenden al resto de las tendencias. De tal manera que si se entra a un Museo de “Bellas Artes”, se está predispuesto a encontrar arte figurativo o realista, y, si en cambio es un “Museo de Arte Moderno” o de “Arte Contemporáneo”, el espectador espera hallar variables artísticas más recientes en el tiempo. Todo lo anterior es una sucinta respuesta al “de donde venimos”.
Pero estas divisiones inevitablemente han de cambiar según pase el tiempo o al menos se las interpretará de otra manera. Y aquí se presenta el quid del “hacia donde vamos”. En momentos en que el grupo sueco “Smart Studio” desarrolla acciones calificadas como artísticas -aplicando la investigación neuronal en la que se ponen en juego las ondas cerebrales- se nos revela cuan lejanos han quedado las perfomances, los videos y las instalaciones. Y ni que hablar de las serigrafías de Warhol, las “menesundas” porteñas o las “envolturas” de Christo.
Tal vez se deba tomar la necesaria perspectiva para recordar que el arte que participaba en los inicios de nuestro Salón Nacional se denominaba de “Bellas Artes y Decoración”, y que, de acuerdo a la espiral antes mencionada, fue necesario adecuar su denominación para llamarlo de “Artes Plásticas” hasta llegar hoy día a significarlo de “Artes Visuales”, con secciones que se han ido alternando con el tiempo como “Investigaciones visuales”, o “Nuevos Soportes” entre otros.
Una difícil denominación
Profundizando en el análisis: ¿cuál será una genuina denominación de un museo en el futuro? Sin duda alguna que para el arte, al término “bello” se le asigna tal carácter que no será factible hacer uso de él ni retornar a su concepto tradicional. De tal manera no tiene nada de cercenador, sostener que denominar a una forma de expresión artística como “contemporánea” resulte inadecuada, y –aunque suene curioso- extemporánea. Porque en el arte, la velocidad de cambio es tal que el hoy, rápidamente es ayer. Los tiempos de vigencia de las nuevas corrientes o tendencias son de tal brevedad que pueden ser apreciables sus fechas de aparición, pero no la de su declinación. Así, llegará el momento en que todo lo válido, sea el arte figurativo y realista practicado por siglos, como todo lo que hoy se reconoce como genuino arte moderno o contemporáneo, quede resguardado en un único museo. Lo demás será experimentación.
Entonces, habiendo dejando atrás épocas y escuelas, corrientes, tendencias y clasificaciones, volviendo a las fuentes y a la idea primigenia, ese museo en cuestión se llamaría simplemente “de Arte”. Y aún esa designación en un futuro incierto, puede que no lo explique totalmente. En tal caso será posible que el espacio se llame simple y llanamente “Experimentaciones”.