REFLEXIONES DEL ARTISTA
Reflexión 2 -
“LOS CIELOS Y SOLES DE MI PAÍS”
Mi pintura ha ido cambiando a través de los años, como yo mismo habré cambiado. Al principio el tema era mi ciudad natal, Buenos Aires, con sus calles empedradas y sus antiguas casonas, una arquitectura que ahora comienza a despertar interés. Luego fueron los cafés con sus mesas gastadas y los billares con sus trasnochados billaristas. Mis viajes por el mundo tuvieron como resultado otras visiones: antiguas aldeas europeas, canales venecianos o playas tropicales; todas ellas se plasmaron en cuadros, siempre coloridos, siempre sensibles.
El paisaje siempre había estado presente: son incontables las horas que habré pasado entre la naturaleza, pintando con el fervor que se acrecienta cuando el viento y el sol dan en la cara. Pero en realidad, en esos cuadros, no estaba presente mi país. Casi podría decir que eran paisajes "universales". Hasta que un día aparecieron los horizontes, los cielos, los soles. Y por primera vez sentí que pintaba a mi tierra o por lo menos lo que es considerado el símbolo, la síntesis de la Argentina: la pampa. Un paisaje casi único, donde el sol se derrama, donde la llanura es infinita y el cielo se une con el campo, de tal manera que el horizonte, aquella indefinible línea, parece ser el fin, el precipicio absoluto, el lugar donde la tierra acaba.
Entonces, estando allí, si uno gira la cabeza en derredor, se siente el eje de ese mundo. La soledad absoluta de esa planeidad, donde durante horas puede no vislumbrarse ni hombre ni animal, me ha brindado sin embargo la magia de sus cielos que nunca son estéticos y de sus soles que se multiplican.
Esos cielos y esos soles toman entonces una importancia trascendental para el hombre del lugar, que es tan silencioso y reconcentrado como la tierra que lo rodea. Ella pareciera tragárselo, pero en realidad le abre sus entrañas, se le entrega.
La pampa, sus pastizales y sus interminables alambrados, atmósfera de soledad, a veces apacible a veces