MAS REFLEXIONES DEL ARTISTA
 

6. EL DEVENIR DEL ARTE
De donde venimos…¿y adonde vamos?

Desde aquellas primeras corrientes, tendencias y “escuelas”, estamos derivando en un arte inclasificable

Una clara diferenciación
   A través del tiempo se ha clasificado al arte en amplios períodos tales como clásico, moderno, vanguardista, contemporáneo, post-moderno, dentro de los cuales surgieron otras corrientes con especificidades, alcances, transcendencias y tintes diversos. Por encima de lo anterior y tratando de distanciarse, van apareciendo -según toman forma y salen a la luz- nuevos ángulos de apreciación de la realidad artística. Paralelamente al desarrollo de esas clasificaciones -que han ido formando un “delta” de tantos brazos que hoy son imposibles de vislumbrar- se constituyeron innumerables escuelas, tendencias y corrientes. Como es lógico, la aparición de cada una ha tendido a opacar, dejar de lado y aún desprestigiar a la etapa precedente.
   No es de extrañar: cada grupo que adscribe a una nueva idea sostiene la vigencia de ésta, la invalidez y hasta la “muerte” de la anterior. Igual que en tantas otras facetas del quehacer humano, todo tiende a evolucionar y por lo tanto a renovarse. Pero el desarrollo del esquema mencionado ha sido tan vertiginoso, como para que cada movimiento haya tenido una permanencia cada vez más breve.
   Hace poco más de 150 años, el impresionismo despreciaba al entonces “arte oficial”, el realismo, que había permanecido como casi única cara visible del arte por siglos, y a su vez, éste –representado en ese momento por el “pompierismo”- se burlaba de “...esos muchachos que no saben pintar y solo manchan”. Y así, aquella “Impresión de sol…” de Manet fue el caballito de batalla que los contemporáneos nunca imaginaron, para desdeñar todo lo anterior, esquema que se repetiría con los continuadores, los “fauves”, que fueron tratados con sorna por los anteriores porque “era incomprensible que se pintase como fieras”. Poco más adelante fueron motivos de burla aquellos que pintaban “cubitos”. Y así siguió pasando agua bajo el puente.
    Pero esas corrientes y escuelas tuvieron vigencia y esplendor durante lapsos cada vez más decrecientes: para los impresionistas, 50 años; para los “fauvistas” 15 y para los cubistas 10, años más, años menos. La cuestión es que cada escuela o corriente llegaba para imponer sus ideas, y –como es lógico de entender- para denostar o descalificar los anteriores puntos de vista, o simplemente dejarlos de lado. Pero algo era evidente: la vigencia era más breve.

Todos los “ismos”
   En tiempos no tan recientes –téngase en cuenta que el mingitorio casi va a cumplir 100 años- se han sucedido el suprematismo, el surrealismo, el informalismo, que han sido seguidos por el pop-art, el conceptualismo, las perfomances e instalaciones y las más nuevas expresiones como el video-arte y el net-arte o arte por Internet. Y han quedado en el camino el futurismo y el espacialismo y el arte povero, el body-art y el minimalismo; y así, partiendo desde 1850 se llegaría a completar una lista de, tal vez, 100 movimientos artísticos, algunos de ellos en el ostracismo y casi olvidados, o al menos no tenidos en cuenta y sin “cultores”.
   Una visión simplificada muestra que las instituciones que guardan el acervo artístico –los Museos- parecieran dar respuesta a esa división del arte desde las expresiones que abarcan el arte clásico o realista y las que comprenden al resto de las tendencias. De tal manera que si se entra a un Museo de “Bellas Artes”, se está predispuesto a encontrar arte figurativo o realista, y, si en cambio es un “Museo de Arte Moderno” o de “Arte Contemporáneo”, el espectador espera hallar variables artísticas más recientes en el tiempo. Todo lo anterior es una sucinta respuesta al “de donde venimos”.
   Pero estas divisiones inevitablemente han de cambiar según pase el tiempo o al menos se las interpretará de otra manera. Y aquí se presenta el quid del “hacia donde vamos”. En momentos en que el grupo sueco “Smart Studio” desarrolla acciones calificadas como artísticas -aplicando la investigación neuronal en la que se ponen en juego las ondas cerebrales- se nos revela cuan lejanos han quedado las perfomances, los videos y las instalaciones. Y ni que hablar de las serigrafías de Warhol, las “menesundas” porteñas o las “envolturas” de Christo.
   Tal vez se deba tomar la necesaria perspectiva para recordar que el arte que participaba en los inicios de nuestro Salón Nacional se denominaba de “Bellas Artes y Decoración”, y que, de acuerdo a la espiral antes mencionada, fue necesario adecuar su denominación para llamarlo de “Artes Plásticas” hasta llegar hoy día a significarlo de “Artes Visuales”, con secciones que se han ido alternando con el tiempo como “Investigaciones visuales”, o “Nuevos Soportes” entre otros.

Una difícil denominación
   Profundizando en el análisis: ¿cuál será una genuina denominación de un museo en el futuro? Sin duda alguna que para el arte, al término “bello” se le asigna tal carácter que no será factible hacer uso de él ni retornar a su concepto tradicional. De tal manera no tiene nada de cercenador, sostener que denominar a una forma de expresión artística como “contemporánea” resulte inadecuada, y –aunque suene curioso- extemporánea. Porque en el arte, la velocidad de cambio es tal que el hoy, rápidamente es ayer. Los tiempos de vigencia de las nuevas corrientes o tendencias son de tal brevedad que pueden ser apreciables sus fechas de aparición, pero no la de su declinación. Así, llegará el momento en que todo lo válido, sea el arte figurativo y realista practicado por siglos, como todo lo que hoy se reconoce como genuino arte moderno o contemporáneo, quede resguardado en un único museo. Lo demás será experimentación.
   Entonces, habiendo dejando atrás épocas y escuelas, corrientes, tendencias y clasificaciones, volviendo a las fuentes y a la idea primigenia, ese museo en cuestión se llamaría simplemente “de Arte”. Y aún esa designación en un futuro incierto, puede que no lo explique totalmente. En tal caso será posible que el espacio se llame simple y llanamente “Experimentaciones”.

7. LOS GIROS DEL ARTE A TRAVÉS DEL TIEMPO
La calificación de la obra de arte desde los tiempos de Altamira
“Mirar el arte desde afuera” aporta ideas que nos permiten una autopsia de las corrientes, tendencias y escuelas que movilizaron el arte durante siglos. ¿Dónde nació el arte conceptual? ¿Cuándo va a morir el arte figurativo?

   En las obras de arte de todos los tiempos han estado presentes valores no solo estéticos, sino también morales, religiosos y políticos. Desde hace 30.000 años el arte ha tenido diversos fines que cumplir. En aquel entonces serían fundamentalmente mágicos. Al pintor de bisontes le guiaba plasmar un animal, la escena de una cacería y con esa invocación cuasi religiosa conseguir tal vez suficientes piezas de caza para su familia y la comunidad. También podría representarse a un jefe o un dignatario, y en ese caso tendría fines políticos. Finalmente es posible que al ilustrar la cacería estuviese capacitando a otros jóvenes integrantes de su tribu en como llevarla a cabo para tener éxito o simplemente para contar una historia. Lo estético ya estaba presente, tanto como para que hoy nos deleitemos y asombremos por la destreza en la representación y la soltura del trazo.

Los condicionamientos del mundo occidental y cristiano
   Siguiendo en el tiempo y ubicados en nuestra historia, aquellos mismos fines continuaron presentes. El cristianismo guió al arte que se practicó en nuestro mundo occidental durante siglos. El pintor o escultor solo era un ser hábil en representar lo que el poder eclesiástico o el político requería. Las imágenes debían representar dignamente a personajes trascendentales como Jesús, la Virgen, santos y papas, o meros representantes del poder terrenal como reyes, príncipes o dignatarios de los que había que cumplir sus indicaciones.
En tales situaciones las facciones de una aldeana podrían ser rústicas, pero la serena bellaza de la Virgen y el parecido con el dignatario se daban por sentado. Esos eran los lineamientos de los cánones estéticos.
   Con la llegada del medioevo el arte se vuelca hacia temas de la vida cotidiana. Tabernas, ferias, escenas campestres y –por supuesto “bodegones”- llenan las telas donde se siguen repitiendo las leyes de la similitud. Sin embargo –valga la disgresión- no estamos al tanto de como serían tratados y considerados en su momento los supra-realistas retratos “vegetalizados” o “animalizados” de Arcimboldo o los universos oníricos de El Bosco.
   De cualquier manera y atravesando épocas tan fértiles para el arte como el Renacimiento, se siguió pintando, esculpiendo, dibujando tal como ven nuestros ojos. Los cánones estéticos, morales y políticos habían incidido diversamente en la producción artística durante siglos; sin embargo, es muy posible que el íntimo pensar y las intenciones del realizador estuviesen ocultas debido al cumplimiento que exigía el estricto parecido con la realidad.

... Y todo se dio vuelta
   Todo eso sufrió importantes modificaciones con el devenir del tiempo y los consecuentes cambios políticos y sociales. Pero lo fue en grado máximo cuando a principios del s. XX algunos individuos le dieron categoría de arte a un “objeto” que no atendía a ninguno de los tradicionales valores estéticos, religiosos y políticos. El arte se desembarazó de todas esas limitaciones, y la idea –solo la idea- se impuso sobre la realización, y así el objeto como obra de arte y por ende su belleza –que hasta entonces le era inmanente- se dejó de lado.
El arte y su historia dieron un vuelco, fue un momento “bisagra”. Se pudo decir que el arte llegaba a su fin, lo que no quiere decir que se abandonasen las reglas originales, sino que habían aparecido otras que se abrían a novedosos conceptos mentales.
Lo que sigue es historia reciente.
   Ahora bien. Volvamos a las primeras páginas de nuestra historia. Es muy factible que entre los artistas de Altamira hubiese alguno con ideas distintas, alguien que se apartase de representar fielmente a un ciervo o bisonte. Con tal idea es posible que ese “artista” haya tomado un cuerno de ciervo o tan solo un colmillo y hubiese determinado que –consecuente con los fines que perseguía aquel que los pintaba- esa pieza era más que suficiente para invocar y conseguir buena caza. Tal vez ese cavernícola, haya sido el primer artista conceptual.
Esto, que parece tal vez descaminado, no lo es tanto como lo planteado por aquel que sostuvo que la primera y más trascendente “performance” artística, la había concretado el mismísimo Van Gogh al cortarse la oreja.

8. LAS EMPRESAS Y LOS PREMIOS AL ARTE
¿Apoyo genuino o estrategia de marketing?
Cuando las “Relaciones Públicas” empresarias condicionan la genuina premiación de los artistas, se trastocan los valores.

   “Gran Premio de Pintura de M.M. Argentina”, “La Fundación X.X. lanza su premio a las Artes Plásticas”, “Premio Consagración de Escultura de R.R. Sociedad Anónima”.
Así por el estilo son las convocatorias que desde hace no tantos años vienen presentando periódicamente algunas importantes empresas u organismos de nuestro país, cuya actitud se interpreta como un apoyo a las artes plásticas, y que también se extiende a otras actividades artísticas, especialmente literarias. Llamativamente la mayoría son empresas de servicios y filiales de multinacionales que se han instalado en nuestro medio en la época del auge de las privatizaciones.

¡¡ Gran premio...gran!!
   El desarrollo del llamado al premio -que más bien deberíamos llamar plan estratégico de marketing- es casi siempre el mismo. Se lanza la convocatoria con bombos y platillos, que, como es de suponer, recibirá los auspicios de organismos nacionales, provinciales y municipales, designándolo “de interés público”, llamado al que se presentarán 3.000, 4.000 o 5.000 postulantes, de los que se seleccionará una mínima parte. Para la empresa organizadora ese número de participantes es un éxito, y ser seleccionado entre tantos ya es un signo altamente calificatorio para el artista, que aspira al galardón máximo que suele alcanzar los 10.000, 20.000 o 30.000 pesos, la décima parte o menos de lo que costó el aviso a toda página en cualquiera de los dos matutinos más importantes del país en los que se anunció el concurso. El jurado reúne tanto a personalidades calificadas como a otros “notables” mediáticos, aquellos que aparecen constantemente en los medios de difusión en las secciones de “eventos socio-culturales” y en variopintas “mesas redondas”. Cada uno de los jurados ya tiene su “pollo”, que integrará esa “elite” ...y el resto se concilia. Es curioso que siempre lo integren algún conocido fotógrafo o un afamado arquitecto. ¡Como negarse a tan loable propósito!
   El premio recaerá en una figura que debe reunir varias condiciones: deberá ser autor de una obra lo suficientemente original como para ser calificada como “desestabilizadora” o “inquietante”, en parte irreverente (pero no tanto como para que altere el “establishment”), que coincida con los fines comerciales de la empresa y cuyo autor sea un joven que haya recibido alguna otra distinción anteriormente. Aunque a veces se “asegura” el éxito del operativo, distinguiendo a alguien que ha sido reconocido como “una auténtica promesa del arte argentino”. La prensa –que en su momento fue invitada a un selecto almuerzo de presentación al que no faltó ningún crítico- no ahorrará elogios y “los medios” tendrán la oportunidad de elaborar la perfecta combinación de promover cultura y compensar publicidad.

¿ Acontecimiento social o celebración artística ?
   Previo anuncio del resultado por todos lo medios, llegará la entrega de los premios y la inauguración de la muestra respectiva que convocará a todo el mundillo esperado: desde políticos en ascenso, titulares de empresas en expansión, figuras de la escena (o mejor dicho, del espectáculo) y, porque no, algún sindicalista con aspiraciones. Las fotos que aparecerán al día siguiente, mostrarán al premiado y a lo más granado del ambiente, pero casi se omitirá la imagen de la o las obras galardonadas que estarán ocultas por los fotografiados con sendas copas en las manos. El gasto de todo este lanzamiento superará al premio mismo, cantidad que hubiera servido para varias distinciones, becas o subsidios. Pero, como resulta claro, habría que haber dejado de lado la promoción empresaria. Y no se trata de eso, sino de todo lo contrario.
   De ahí en más hay otra estrella en el firmamento del arte. El premio institucionaliza al artista premiado más allá de sus genuinos valores y posiblemente en dos o tres años tendrá su muestra en algún museo. Jamás podremos saber quienes compitieron ni conocer sus obras, porque de las miles de presentaciones, se verán solo unos pocos de los seleccionados. Nadie se cuestiona eso. Seguramente –y también a los dos o tres años- la empresa “M.M. Argentina”, la “R.R. Sociedad Anónima” y la “Fundación X.X.” recibirán a su vez y con espaldarazo oficial, un premio. Pero este sí que será consagratorio: algún ente oficial le otorgará el “Pincel de Platino como Protector de las Artes”, o se lo designará como “Benefactor de las Artes Argentinas”.
Y el fin estará cumplido.

Aquellos genuinos premios
   A todo esto: ¿dónde quedaron los Premios Provinciales?, ¿dónde los que en la décadas del 60 al 80 otorgaban algunas instituciones de cuya seriedad y prestigio no se dudaba?, ¿dónde, los que otorgaban las Municipalidades, principalmente las de los alrededores de Buenos Aires?. En el historial de los maestros argentinos, siempre fueron éstas las premiaciones que anticipaban los consagratorios premios nacionales. Así es como encontramos en el currículum de Berni, Spilimbergo y Raúl Russo –para dar algún ejemplo-, que los tres y a su debido tiempo recibieron los premios Municipales de Santa Fe, Córdoba y Mar del Plata, y lo mismo sucedió con tantos otros pilares del arte nacional. Eran las distinciones de los considerados “principiantes”, a los que les esperaba una larga carrera. Ahora la inmediatez está a la vuelta de la esquina y aquellos ahora se llaman artistas “emergentes”, difuso término elaborado por algún hábil sponsor-marketinero.
   La realidad es que, con similar espíritu privatizador, el Estado ha dejado en manos de los particulares la promoción de las artes, con las consabidas dudas y parcialidades que despierta dicho mecanismo, y en razón de los mismos intereses que estamos señalando. Por otra parte –y aquí se aprecia otra sutil faceta de estrategia comercial o “marketing”- dichos premios están destinados a lo que ahora se identifica como “nuevos valores”, “pintura joven”, etc. De tal manera crece el desenfreno hedonista que caracteriza a nuestra época, pasando por alto el premiar lo que merece ser consagrado y jerarquizar la excelencia. Pero las leyes del mercado se imponen y el arte no está exento de sufrir sus consecuencias, por lo que –como ya se señaló- todo el conjunto de operaciones que rodean estos premios, corresponde más al campo de los lanzamientos y presentaciones comerciales con la consabida cuota de espectáculo, que lo que cabe al genuino arte.

11. LA “REALIDAD” SE ADUEÑA DEL ARTE
El creciente papel de la fotografía
El auge desmesurado de la fotografía se ha infiltrado indiscriminadamente en el quehacer artístico y muchos artistas que pintaban, han decidido no “ensuciarse más las manos”.

Radiografía de una Bienal
   La 27ª Bienal de San Pablo del año 2006, tuvo como título y lema de la convocatoria “Como vivir juntos”. Podría asegurarse –y las obras presentadas lo confirmaron- que los 100 artistas participantes no tuvieron mayor problema para elaborar sus propuestas. No es para menos: en una época donde la sola imagen sin sustento artístico puede ser la protagonista de casi todo lo que se exhibe, trabajar con el argumento convocante no debe haber ofrecido dificultades.
En la Bienal se mezclaban las imágenes de cómo se “vive” en los pueblos y comunidades más desamparados y bajo el peso de las mayores calamidades: hambre, esclavitud, violencia, opresión, todos los temas candentes de un mundo que crece en forma tan desigual que inevitablemente tiende a la degradación.
   Es de imaginar lo que encontró el visitante en los 20.000 m2 de la muestra, donde el pomo y el pincel, la gubia y la madera o el cincel y el mármol estuvieron prácticamente ausentes. A la acumulación de objetos y materiales que hacen parte de las instalaciones, montajes y “perfomances”, se sumó –como lo viene siendo en forma creciente- la fotografía. La primacía y desmesurada jerarquización que ha tomado ésta técnica, hace que la sola exhibición de una “feliz” instantánea, obtenga patente de artística. De tal manera llegamos a la inesperada situación de encontrarnos de narices con lo que han sido las bases y el origen del arte: la realidad como punto de partida para la elaboración primeramente emocional, luego mental y finalmente material de la obra de arte, tal como lo viene haciendo el hombre desde Altamira.

Realidad elemental
   Pero hay una gran diferencia entre aquella realidad, la que siguió a través de los siglos y ésta de hoy. En la actualidad -y sobre todo respecto a la fotografía- nos encontramos con una “realidad” muy poco elaborada, plena, frontal, tal cual se ve y se vive. De tal manera el arte deviene un mero documento y -sin ningún análisis- queda en las narices del espectador. Éste, el hombre común, muchas veces desprevenido, es avasallado con imágenes, casi siempre cruentas, violentas, lacerantes, terribles. La muerte, la depredación, la degradación son la resultante común, y como es de esperar el espectador resulta “impactado”. Ese es el fin que persiguen los artistas en muestras como la de esta Bienal, en la que la mayor parte del material se presentó sin ninguna elaboración plástica. Tal vez se vislumbre alguna búsqueda estética, pero solo con el fin de que el “golpe” sea lo más intenso posible.

   Ahora bien: ¿qué Academia hace falta para alcanzar tales logros? ¿Que corriente artística o que filosofía estética es necesaria seguir para concretar tales obras de arte?. Ninguna. Solo el momento adecuado y el ojo preparado especulativamente para esa instantánea.

       Como dijimos, la realidad, la nueva y elemental realidad -pues no es más que eso- mostrada a través de una imagen, cualquiera que ella fuere, se ha adueñado de un arte, que deviene mero documento.

Buenos Aires, junio 2007

Luis Fernández Arroyo

 
 
   
Luis Fernández Arroyo - PINTOR ARGENTINO CONTEMPORANEO            info@fernandezarroyo.com.ar