Juicios CrÍticos

    

No es este el lugar para hacer un estudio sobre la psiquis de F.A., tarea de especialistas, sino intentar un abordaje de una pintura emocional, desbordada, un espacio imaginario de osados colores que responden a lo que los fauves franceses proclamaban “una posturacontraria a toda estructuración teórica en el sentido propio de la palabra”.
    El empleo del color se emancipa, no hay una línea pura del dibujo, las formas, muy dinámicas, entran en una suerte de torbellino, no hay reposo.
    A este artista autodidacta, lo que le importa es el acto de pintar. No se deja influenciar por la abundancia de teorías -algunas muy bienvenidas porque invitan a la reflexión- para proseguir obstinadamente con un hacer que es refugio y, por qué no, aún en estos tiempos tan deshumanizados, es felicidad.

Laura Feinsilber, Presentación Catálogo Galería Alicia Brandy, Octubre 2010

LA ADMIRACIÓN PUEDE IMPONERSE AL TIEMPO

Luis Fernández Arroyo es un pintor de vasta experiencia que encontró en el paisaje su cauce expresivo. Hasta hace unos años, resolvía sus telas con pocas referencias figurativas, partiendo el soporte en dos zonas bien delimitadas: la de la tierra y la del espacio.
   Ahora, F. Arroyo asume su admiración por los impresionista y pintó una serie que parece ser un verdadero homenaje a Van Gogh, de la “Noche estrellada” al “Paseo al atardecer” y los campos sembrados de la última época de Auvers.    Una muestra que es un tributo al ejercicio atemporal de la pintura.
Albino Diéguez Videla, “La Prensa”, setiembre 2003.

UNA CUALIDAD DANZANTE

Luis Fernández Arroyo, artista de acreditada trayectoria, ha realizado unas 47 muestras en los últimos 26 años.
    Lo que a mí más me impresiona de tan laborioso maestro, es la frescura presente en todos sus trabajos. Sus pinturas de acrílicos sobre tela son el resultado de una permanente creatividad, como si en cada una de ellas el artista renaciera a una nueva aventura vital.
    Y tal vez eso sea el arte: mantenerse en un estado de gracia a partir del cual la inspiración no abandona sino que recompensa a quien tiene la humildad de poner su trabajoso oficio al servicio de su musa.

    Fernández Arroyo nos brinda lo mejor de sus energías en cada cuadro que pinta. Sus obras son una potente luz encendida que reconforta el espíritu
Rafael Squirru, La Nación, diciembre, 1993.

    Sentimos que Fernández Arroyo es, a la par, un pintor tan argentino, pues igual que Sivori , Doffo, Torroja o Médici, en la representación genéricamente aprehensible de lo visto, ha sabido descubrir y representar un rasgo estético intenso de nuestras planicies. En su caso, la pampa, la meseta patagónica, el mar, rasgaron su monotonía para dar paso, no al efecto embriagante y desolador del infinito, sino al combate entre la atracción gravitatoria de las superficies horizontales y el vuelo imposible que sugieren las agitaciones del cielo.
José Emilio Burucúa, Catálogo, mayo 2000.
Fernández Arroyo ha irrumpido en el arte con mágica alegría. Sus pinturas tienen como "leit motiv" al paisaje de las llanuras pampeanas. La naturaleza es reconocible, pero resulta obvio que en su caso el artista no está sometido a ella.
    Tanto en los planos terrestres como en los celestes, F.A. se toma licencias en el tratamiento de sus composiciones, aunque con una apreciable dosis de mesura. No por eso ingresa en eso que conocemos con el nombre de "realismo". El color es a veces vibrante y remarca el énfasis del dibujo.

                                                Rafael Squirru,” La Nación”, diciembre 1993.


Enfrentado a las soledades patagónicas y la llanura bonaerense, a Fernández Arroyo se le hizo patente el pensamiento de Kandinsky según el cual -más allá de la razón y de la inteligencia- están el alma y la existencia vivida que abren nuevos horizontes.       Así, al situarse ante esos paisajes, su vivencia se vio asociada a lo tangencial del plano que le reveló el espacio anímico por cuyo conducto el cuadro es controlado "sin llegar a lo ininteligible" o sea, sin perder la esencia de la realidad que lo sustenta
Romualdo Brughetti, “Nueva Historia de la Pintura y la Escultura Argentina” 1991

     Si no existiera la palabra, los colores de este artista crearían un lenguaje de comunicacíon que nos llevaría a encontrar una respuesta de como el amor por la materia pictórica puede hacer más emotiva la comprensión de que la naturaleza es, efectivamente, un sentimiento más allá de la realidad objetiva.
Eduardo Baliari, Catálogo Galería “Witcomb”, junio 1984.

     En este artista, la euforia de aprehender el color ofrece, pese a la energía vital del pincelar, la expresión del sentimiento interior, como manifestó Van Gogh en pos de sus experiencias: "Empleo el color más arbitrariamente para expresar con más fuerza".
Vicente P. Caride, Catálogo Galería Witcomb, mayo 1982.


UN VIAJE POR LOS PAISAJES DE FERNÁNDEZ ARROYO

José Emilio Burucúa, Académico de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes - Presentación Catálogo Galería “De Santis”, mayo 2000.     


  Que significa la pintura de un paisaje en particular? ¿Vale acaso por si mismo, ora como despliegue ordenado de formas y colores, construcción armónica que el pintor descubre en el mundo natural y recrea en la superficie del soporte, ora como percepción fugaz que quiere apresar el instante en el tiempo que fluye fuera de nosotros y en el tiempo íntimo de la propia conciencia?...

    Este introito no presume de resumir la historiografía artística, sólo pretende resucitar las preguntas básicas que un contemplador -conciente de la tradición estética que pesa sobre nuestro tiempo- debiera formularse ante paisajes de la calidad estética que poseen los "Cielos y Soles" de Fernández Arroyo. Aunque es  cosa redundante, por cierto, verificar que sus telas presentan un equilibrio de relojería en la composición. El abajo se deja ganar por los efectos de la gravedad, con la calma horizontal de unos frisos cromáticos como vemos en “Paisaje virtual”, o con la dinámica perturbadora de unas cuñas que horadan el borde inferior del cuadro, como en “Sol esquivo”.

    A veces el arriba levita a la manera de una turbulencia gaseosa y se abre hacia lo alto, mientras que los objetos se debaten en las verticales, incrustados al suelo y expandiendo sus ramas en el caso de los árboles (“Sol de soles”). A veces se denota un impulso transversal ascendente como en las velas henchidas de los barcos de “A pleno sol”, suspendidas entre jirones de nubes y en las esferas completas, duplicadas, partidas y refractadas de los soles.

 

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Luis Fernández Arroyo - PINTOR ARGENTINO CONTEMPORÁNEO   info@fernandezarroyo.com.ar