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Juicios CrÍticos

     Fernández Arroyo asume su admiración por los impresionistas y pintó una serie que parece ser un verdadero homenaje al Van Gogh de la “Noche estrellada”, el “Paseo al atardecer” y los campos sembrados de la última época de Auvers.
Una muestra que es un tributo al ejercicio atemporal de la pintura.
Albino Diéguez Videla, La Prensa, setiembre 2003

    Hay un hecho indiscutible: pintar no es nada si no se posee el rarísimo don de sentir. Esto es lo que Propone L.F.A. en sus paisajes, en los que ha volcado sus academicismos, sus transgresiones, sus vivencias y, sobre todo, su inocultable alegría por el acto de pintar. Hay una explosión colorística que se extiende por toda la superficie de la tela y logra con ello una gran espontaneidad reflejando el ritmo o
movimiento vital de cada pincelada. Todas las líneas de la naturaleza están vivas porque toda la naturaleza se mueve continuamente en alguna dirección.
Laura Feinsilber, Ámbito Financiero, julio 1997.

     Fernández Arroyo ha irrumpido en el arte con mágica alegría. La naturaleza es reconocible, pero el artista no está sometido a ella. Tanto en los planos terrestres como en los celestes, F.A. se toma licencias en el tratamiento de sus composiciones, aunque con una apreciable dosis de mesura. . El color es a veces vibrante y remarca el énfasis del dibujo.
Rafael Squirru, La Nación, diciembre, 1993.

     Enfrentado a las soledades patagónicas y la llanura bonaerense, a L.F.A. se le hizo patente el pensamiento de Kandinsky según el cual más allá de la razón y de la inteligencia están el alma y la existencia vivida que abren nuevos horizontes. Así, al situarse ante esos paisajes, su vivencia le reveló el espacio anímico por cuyo conducto el cuadro es controlado "sin llegar a lo ininteligible" o sea, sin perder la esencia de la realidad que lo sustenta.
Romualdo Brughetti, del libro"Nueva Historia de la Pintura y la Escultura Argentina", 1991.

     Fernández Arroyo no ha perdido el sentido de la pintura, consigue no intelectualizar y quedarse en el límite justo de sentimiento y creación amalgamados, que son imperativos en el arte.
El resultado son cuadros cada vez más audaces, en los que cielo y tierra se enfrentan, como si se reprocharan algo. Entre el aire y lo concreto, el horizonte. Ese hilo tendido de un lado al otro de nuestros ojos que nos envuelve, inabarcable.
Albino Diéguez Videla, Catálogo Museo de Arte Moderno de Bs. As., octubre 1991.

     La pintura de F.A. comenzó siendo una reflexión deleitosa sobre la naturaleza, percibida como luminosidad pura, traducida en manchas de color. Hoy, retorna transfigurada en la potencia constructiva del pintor que recrea las relaciones cromáticas de lo visible.
José Emilio Burucúa, Catálogo Galería Amicitia, agosto 1988

     Si no existiera la palabra, los colores de este artista crearían un lenguaje de comunicacíon que nos llevaría a encontrar una respuesta de como el amor por la materia pictórica puede hacer más emotiva la comprensión de que la naturaleza es, efectivamente, un sentimiento más allá de la realidad objetiva.
Eduardo Baliari, Catálogo Galería Witcomb, junio 1984.

     En este artista, la euforia de aprehender el color ofrece, pese a la energía vital del pincelar, la expresión del sentimiento interior, como manifestó Van Gogh en pos de sus experiencias: "Empleo el color más arbitrariamente para expresar con más fuerza".
Vicente P. Caride, Catálogo Galería Witcomb, mayo 1982.

     La obra de F.A. llega al espectador a través de la sensibilidad. Colores y formas se orquestan en el paisaje. El misterio se hace milagro y el carácter se hace belleza. La soledad se hace sugestión y se transforma en fuerza viva y actuante. Clima de crepúsculo en la naturaleza viviente. Árboles. Raíces. Atmósfera de soledad, auténtica y real protagonista de estos cuadros. 
J. A. García Martínez, Catálogo, Galería Arthemisa, mayo 1979.



UN VIAJE POR LOS PAISAJES DE FERNÁNDEZ ARROYO

José Emilio Burucúa, Académico de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Catálogo, Galería De Santis, mayo 2000.            


   Que significa la pintura de un paisaje en particular? ¿Vale acaso por si mismo, ora como despliegue ordenado de formas y colores, construcción armónica que el pintor descubre en el mundo natural y recrea en la superficie del soporte, ora como percepción fugaz que quiere apresar el instante en el tiempo que fluye fuera de nosotros y en el tiempo íntimo de la propia conciencia?...

   Este introito no presume de resumir la historiografía artística, sólo pretende resucitar las preguntas básicas que un contemplador -conciente de la tradición estética quepesa sobre nuestro tiempo- debiera formularse ante paisajes de la calidad estética que poseen los "Cielos y Soles" de Fernández Arroyo.

   Aunque es cosa redundante, por cierto, verificar que sus telas presentan un equilibrio de relojería en la composición. El abajo se deja ganar por los efectos de la gravedad, con la calma horizontal de unos frisos cromáticos como vemos en Paisaje virtual, o con la dinámica perturbadora de unas cuñas que horadan el borde inferior del cuadro como en Sol esquivo.

   A veces el arriba levita a la manera de una turbulencia gaseosa y se abre hacia lo alto, mientras que los objetos se debaten en las verticales, incrustados al suelo y expandiendo sus ramas en el caso de los árboles (Sol de soles). A veces se denota un impulso transversal ascendente como en las velas henchidas de A pleno sol, suspendidas entre jirones de nubes y en las esferas completas, duplicadas, partidas y refractadas de los soles.




Luis Fernández Arroyo - PINTOR ARGENTINO CONTEMPORÁNEO   info@fernandezarroyo.com.ar